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La historia de este emblemático edificio empezó a escribirse desde hace más de 150 años. Comenzó con la llegada de uno de los herederos del imperio Boker (fabricantes Germánicos de cuchillos y navajas). El inversionista se llamaba Robert, y vino a la capital mexicana para expandir los cuantiosos negocios de su familia alemana. Según lo contó el mismo viajó en barco hasta Veracruz y de ahí se subió a una carreta y recorrió una parte del país en caballo. No hablaba una palabra de español.